Cinco claves para pensar bien

1. Dedicarle tiempo: En la mayoría de los casos, cualquier producto mental que haya sido creado en menos de un minuto será pura bazofia. Incluimos en esta lista de productos: razonamientos, argumentos, contrarrespuestas, silogismos, símbolos, explicaciones, etc. Todo aquello que se fragüe en nuestra mente en menos de un minuto se ve fácilmente dominado por los impulsos y las emociones. Eso está bien para los simios o para ámbitos de la vida en los que primen las emociones, pero no para debates, discusiones o diferentes situaciones en las que nos vemos obligados a usar la razón.

Si queremos pensar con una cierta calidad, es mejor que le dediquemos su tiempo, que nos sentemos o aprovechemos ese momento de relajación antes de dormir. Deducimos que la serenidad es otra clave igual de importante. Por ejemplo, los especialistas en naming (el arte de ponerle nombre a las cosas) suelen decir que los productos verdaderamente creativos y eficaces surgen a partir del 80% de las ideas creadas. El primer 20% suele ser basura.

2. Buscar el término medio: Debemos ser equilibrados, pues el pensamiento maniqueo y las posiciones extremistas nunca llegan a buen puerto. No podemos posicionarnos de forma inamovible ante un problema, pues perderemos la riqueza y los matices de conocimiento que puedan aportarnos las demás perspectivas. Además, enclaustrarnos en una única forma de pensar nos puede llevar al enquistamiento mental, a la irracionalidad y esto a la mismísima putrefacción de nuestros conocimientos y nuestra forma de ser. No podemos tomar una postura o una ideología, cerrarnos a todo el conocimiento exterior y criticar de forma destructiva todo lo que no se adapte a ella. El estancamiento simbólico provoca que tengamos que reciclar nuestras ideas una y otra vez en base a los mismos conocimientos, creando cada vez productos más deformados, irracionales e incongruentes. No podemos anclarnos en una ideología que criticaba la realidad de los 90, cuando en pleno s. XXI esa realidad ya ha cambiado incluso su esencia. No podemos ser de ciencias o de letras, rojos, fachas o anarquistas, ni ateos o fervientes creyentes... trascender las etiquetas es uno de los primeros y mejores pasos.

Debemos buscar el punto medio, abrirnos a las opiniones de los demás, escucharles e integrar sus ideas en nuestra forma de pensar, ya sea mediante una crítica constructiva y la consecuente recontrucción de lo que escuchamos, mediante la integración directa de lo que oímos o el reconocimiento de la existencia de aquello a lo que rechazamos. De este modo, renovaremos constantemente nuestro pensamiento, nos adaptaremos a la realidad y seremos mucho más productivos.

3. Multiperspectivismo: A la hora de interpretar un problema, debemos observarlo desde todas las perspectivas posibles, atendiendo a los puntos de vista de los distintos actores que intervienen o estén relacionados con el mismo. Para ponernos en el lugar de otro, debemos conocerle a fondo y saber cuál es su contexto cultural, sus motivaciones, su entorno personal, etc. De este modo, conseguiremos comprender mejor a los demás, saber el porqué de sus palabras o acciones y, además, evitaremos malentendidos y conflictos. Por último, debemos articular estas perspectivas en una visión global. La empatía es muy importante.

4. Pensamiento divergente: El pensamiento divergente es el pensamiento creativo. No podemos anclarnos en las convenciones, los estereotipos y las formas tradicionales de pensar y actuar, ya que la realidad es cambiante y a veces los modelos de pensamiento y las ideas se desgastan, se agotan y quedan inservibles. Debemos ser creativos, adaptarnos a la realidad y buscar nuevas formas de interpretarla.

5. Alternativas:
Si vamos a criticar algo, debemos proponer alternativas. No podemos realizar críticas nihilistas y destructivas que defiendan la destrucción de lo actual y el culto a la nada.

Si todo el mundo siguiese estos pasos, evitaríamos cosas como las grandes Guerras.

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