Steve Jobs

Uno de los mayores errores que podemos cometer en esta vida es menospreciar cualquier conocimiento, por considerarlo insignificante o inútil. Pues hasta el mínimo átomo de conocimiento tiene un valor potencial increíble, ya que a lo largo de nuestra vida podríamos conectarlo con otras ideas y de este modo, encontrarle un sentido y una utilidad que años atrás consideraríamos imposible.

Tomemos como ejemplo la tipografía, que podría definirse como el arte de diseñar letras para que éstas resulten agradables y bonitas. La mayoría de las personas consideraría que establecer la altura de las letras, el espacio que hay entre ellas, su forma y todas las variables que hacen bella a una tipografía son cosas aburridas e inútiles.
Sin embargo, quiero mostrar un caso que sucedió en los años 70 y gira en torno a una persona, un joven universitario que supo apreciar el valor de la tipografía, aunque en aquel momento no pudo encontrarle una aplicación práctica determinada. No obstante, años más tarde conectó sus conocimientos tipográficos con la labor de diseñar uno de los primeros ordenadores personales y, gracias a esto, se convirtió en el primer informático en prever el potencial de los sistemas de interfaz gráfica. Es decir, dio un paso enorme en la democratización de la informática, ya que a partir de ese momento, los ordenadores estarían equipados con una interfaz gráfica fácil de usar, agradable y con unas tipografías bellas. Ese hombre es Steve Jobs, el creador de Apple y ese ordenador fue el primer Mac.

Teneis que escuchar el discurso que dio en la Universidad de Stanford. Quizá no sea el mejor orador de la historia (xD), pero las ideas que transmite son magníficas:



Por este motivo, nunca debemos cuestionar la utilidad y el valor de cualquier conocimiento que llegue a nosotros. Es más, podemos ir más allá y no esperar a que nos lleguen, sino buscarlos por nuestra cuenta.

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