El asesino

A continuación os contaré una escalofriante historia que está basada en hechos reales:

Hace varios días, mientras estaba tumbado en mi habitación, empecé a sentirme agobiado por el caos que reinaba en la misma. La verdad es que ese desorden estaba allí desde hace años, pero no lo percibí hasta aquel momento, ya fuese por la falta de espacio vital (literalmente, sentía que me faltaba el aire) o porque me aburría.

Decidí deshacer aquella aberración , aquel insulto hacia el orden y pronto, me puse manos a la obra. Registré una gran montaña de folios, carpetas y libros, me encontré tanto con apuntes ilegibles, como con las hojas con las que aprendí a leer y escribir. Así que empecé a clasificar entre los recuerdos que quería conservar y aquella basura de la cual quería desprenderme. Separaba y conservaba todo lo que me producía una agradable nostalgia y me desprendía de aquello que ya no significaba nada para mí.

Al final de la mañana, vi que había llenado unas 11 ó 12 bolsas de basura. Las coloqué en un rincón de mi habitación, junto con un viejo equipo de música y un par de muebles inservibles. Aquel montón de basura había estado entre mis recuerdos, cinco, diez, doce años... y mientras lo contemplaba, decidía cómo llevarlo todo a la basura. Primero llevaría el equipo de música, pues era lo más pesado. Además, aprovechando que eran las calurosas tres de la tarde y que no había ni un alma en la calle, cogí un martillo, para destruir el equipo y así liberar un poco de agresividad contenida. ¿Quién iba a haber en la calle a las tres de la tarde? Por eso, además de coger el martillo, tampoco me peiné ni me cambié mi ropa.

Cuando llegué a la basura, destruí el equipo con el martillo. Disfruté cual niño pequeño: ¿La tía de Estructura aun no ha puesto las notas? Martillazo. ¿Que los Testigos de Jehova me despiertan en una mañana de resaca? Martillazo. ¿Que sube el precio del gasoil? Martillazo. ¿Que los de Vodafone me han clavado por una puta tarifa plana que yo ni uso ni contraté? Uy, eso si que martillazo... Después de canalizar toda mi ira contra aquella aparato, sólo quedaban unas piezas amorfas e irreconocibles. Las recogí y las tiré en el contenedor. Aun, mantenía una extraña expresión, mezcla de felicidad y locura, producto de liberar mi ira y mis frustraciones.

Ya tocaba volver, emprendí el camino y cuando iba hacia casa, me encontré a un matrimonio de ancianos que caminaban en dirección contraria a la mía. Entonces, en aquella calle solitaria, el marido me vió dirigirme hacia ellos, con una extraña sonrisa, despelucado, con ropa sucia y un martillo en la mano. El hombre modificó su gesto instantáneamente y mostró una expresión de preocupación. Cogió a su mujer del brazo y se dieron la vuelta, como para intentar evitar cruzarse conmigo. Me di cuenta del miedo que les había causado a la pareja de ancianos y no quise preocuparles, así que intenté dirigirme hacia ellos para darles una explicación de por qué estaba solo en medio de la calle a las tres de la tarde con un martillo en la mano. Pero mi timidez me traicionó y no me salieron las palabras. No obstante, el hombre, al ver que intenté acercarme a ellos, aligeró la marcha. Yo, que iba en la misma dirección que ellos, me paré y dejé que "huyesen", para no asustarles más. Al llegar a casa, reí por lo surrealista de la experiencia y decidí que el resto de la basura la tiraría por la noche con la fresquita.

¡Pero ahí no acaba la cosa! Por la noche, aproximadamente a las 11, fui a tirar las demás bolsas de basura. Me asaltaron dos preocupaciones: no quería que los documentos privados que se encontraban en aquellas bolsas de basura acabasen en manos de mis vecinas marujas, ni que la marquetería que hice de pequeño acabase decorando las habitaciones de una de esas personas con Síndrome de Diógenes que recogen y acumulan la basura ajena en sus casas. Por ello, llevaría las once bolsas de basura a unos contenedores soterrados que hay en el barrio de al lado. Pero, no tenía ganas de dar tres viajes cargado de bolsas de basura, de tal modo que cargué todas las bolsas en el maletero de mi coche, para hacer más fácil y rápido el transporte. Cuando llegué a mi destino, aparqué al lado de los contenedores, me bajé, abrí el maletero y empecé a tirar las bolsas de basura. Cuál fue mi sorpresa, cuando miro un poco más allá, calle abajo, y veo al mismo matrimonio que me encontré por la tarde. Cumpliendo con la tradición de los pueblos andaluces, estaban sentados al fresco nocturno y me habían visto llegar en coche, abrir el maletero y empezar a sacar y deshacerme de unas once bolsas negras de basura, llenas de algo. Vi como me observaban sin quitarme ojo y con un semblante serio, disimulando, como si el hecho de no mostrar ninguna emoción fuese a evitar que yo les hiciera algo. Mientras, recogían apresuradamente sus sillas y se metían dentro de casa.

Volví a casa riéndome a carcajadas y esperando que los viejos no me denunciasen por asesinato xDD

4 comentarios:

  1. xDDDDDDDDDDD
    Vale, me he reído, y bastante xD
    Lo que no te pase...

    ResponderEliminar
  2. Yo de ti les hubiese saludado con la mano (con el martillo en la mano, por supuesto) y una graaaan sonrisa XD

    ResponderEliminar
  3. jajajajajajajajajjajaja Buena anécdota.

    ResponderEliminar

Los comentarios serán moderados, para evitar trolleos y tonterías.