¿Por qué la publicidad pone más bonitos los BigMac?

Una de las críticas más frecuentes hacia la publicidad suele argumentar que el discurso comercial genera una realidad idealizada, falsa e imposible de alcanzar, que se propone como modelo de imitación para la sociedad, con el fin de obligar a los individuos a realizar un continuo y perpetuo esfuerzo económico para modificar su realidad y poder identificarse con dicha idealización. No obstante -según estas críticas-, la publicidad propone unos cánones, valores, comportamientos y procedimientos que, en la mayoría de las ocasiones, son imposibles de alcanzar, por lo que se genera una frustración generalizada que impulsa un círculo vicioso en el que se retroalimentan la frustración y el consumo.

Es innegable, que la publicidad genera una realidad idealizada; pero molesta comprobar cómo algunas personas se limitan a realizar una crítica superficial y simplificadora sobre esta compleja realidad comunicativa, sin tener en cuenta todos los elementos que influyen sobre ella o su contexto histórico y cultural. De este modo, nos encontramos una y otra vez con la misma crítica estereotipada, enclaustrada y agotadora que no va a ninguna parte y que sólo sirve para llenar la boca de aquellos que necesitan creer que están salvando a la sociedad con la Ley del Mínimo Esfuerzo.

¿No es cierto que el proceso de idealización de la realidad es una tendencia discursiva que se ha dado en la producción artística y cultural de Occidente a lo largo de cientos y cientos de años? ¿Acaso la mayoría de los escultores griegos no expresaban su canon de belleza a través de preciosas tallas de mármol o los poetas no llevan siglos idealizando las relaciones amorosas a través de su verbo, hasta crear productos simbólicos ideales que difícilmente podrían encontrarse en la realidad? Así, la publicidad también responde a esa necesidad humana de embellecer cada rincón de la realidad a través del lenguaje y la producción artística y participa de esa esencia que mueve a los poetas, pintores, escultores y arquitectos; es decir, el recurso de idealización de la realidad forma parte de la esencia humana y, por ende, contagia a todos sus discursos, por lo que la publicidad no es la única que lo usa ni lo hace con unos intereses malévolos y perversos, al igual que Becquer tampoco escribía sus rimas con tales intereses.

La publicidad es un discurso dual, pues por un lado tiene un carácter comercial y una función económica, que bebe del pragmatismo y los números y, por otro, un carácter creativo y una función artística, que participa del idealismo y la belleza. Ambas facetas se unen para crear un discurso enriquecedor, que supone uno de los principales pilares de las democracias occidentales, desde sus orígenes.

Seamos realistas, los consumidores somos inteligentes, estamos bien informados y sabemos que en el McDonalds no nos van a servir un Big Mac photoshopeado. Sin embargo, nos gusta verlo así en el cartel de la autopista, porque responde a una idea, a un concepto que tenemos en mente y es cierto que nuestra mente necesita contener y percibir las cosas bellas que a veces no podemos ver con los ojos. Quizá por eso surge el arte, quizá por eso la publicidad es así. Así somos.

4 comentarios:

  1. Muy inspirador, de verdad. Hasta hace poco yo formaba parte de ese grupo de criticos que daban por ignorantes a los que se dejaban llevar por la publicidad sin haber sopesado la posibilidad de que la publicidad cumpliera funciones más allá de las económicas y comerciales. Muchas gracias por seguir adelante con este gran blog y espero que sigas así. Saludos de un chaval de 16 años algecireño.

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    1. Me alegro mucho de haberte ofrecido otra perspectiva. Muchas gracias y saludos pa Algeciras! :D

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  2. Precisamente por esto es por lo que valoro mucho más a una chica "normal", que te puedas encontrar por la calle, que a un pibón uberphotoshopeado que te encuentres en cualquier valla publicitaria. Porque sé que las primeras existen, están ahí. Son personas de carne y hueso, como tú y como yo.

    En el segundo caso tienen tanto retoque que creo que no habría prácticamente ninguna diferencia entre masturbarse pensando en la "tipa" -que incluso puede ser un maromo- y un maniquí.

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