No a la violencia en las manifestaciones

En esto días, con motivo de la protesta del 25 de Septiembre y sucesivas, he oído unas pocas voces que arguyen a favor de la violencia en las manifestaciones, como vía de cambio sociocultural. No me refiero a agresividad simbólica o verbal, sino a verdaderas tácticas de violencia para hacer daño directo a personas físicas. Manuales de guerrillas urbanas o fotos de personas envueltas en llamas se presentan como modelos a seguir. Realmente, esto me provoca un gran temor, porque la crisis entendida como oportunidad comienza a presentarse atractiva para los extremismos.

En mi opinión, un gobierno legítimo nunca debería nacer de la violencia de unos pocos (ni de unos muchos) Pues, si la mayoría está preparada para el cambio, realmente no haría falta la violencia. Y, si la mayoría no lo está, se conciencia con el conocimiento. Algo que parece utópico, pero es POSIBLE a través de la creación de una red de carácter ciudadano y compuesta por asociaciones culturales, escuelas de vecinos formadas por intelectuales voluntarios, talleres, imprentas en las que se realice propaganda impresa y demás métodos de comunicación que ofrezcan sabiduría sobre el poder del ciudadano, sobre cómo afectaría una huelga de dos días al mercado (combatir a los mercados con sus armas, las cifras) o cómo temblaría el Estado al ver a no sólo a un millón de ciudadanos reunidos de forma pacífica en la capital, sino a 7 millones.

Está claro que el camino de la paz es el camino largo, difícil y costoso, pero es el camino seguro, legítimo y el de la mayoría. Por el contrario, el resultado del camino rápido, violento e irracional, no tendría por qué corresponder con el espíritu sociocultural de nuestra época y se correría el riesgo de deriva, porque la violencia no tiene nombre; la violencia puede ser instrumentalizada por cualquier energúmeno oportunista, pero las ideas no. Las ideas bien formadas y legítimas son poderosas.

Sin ir más lejos, todos los ciudadanos tienen el derecho a protestar y manifestar su descontento con el gobierno: hombres, mujeres, niños, ancianos... ¿Un hombre de 72 años a quien le podrían recortar su pensión o un niño de 13 años a quien le quitan profesores podrían soportar una manifestación violenta? No, pero tienen el derecho a protestar y representarse a si mismos en las manifestaciones -sin que nadie se tome la obligación o el derecho de hacerlo a través de la provocación a pedradas-. Así, la agresividad es excluyente e injusta. Por lo tanto, la violencia es el camino fácil, rápido y el de la imposición de unos pocos. No olvidemos que el "espíritu del camino fácil y rápido" es el que nos ha llevado a esta situación (enriquecerse de forma fácil, obtener el voto de forma rápida, etc.) No caigamos en el error de formular una solución que imite el problema, porque caeremos en un perpetuo círculo vicioso.

El cambio, para que sea legítimo, debe nacer de las alternativas constructivas, la paz, la unión, el conocimiento y la conciencia de la mayoría de individuos. Esta utopía puede ir más allá de la reflexión teórica y materializarse a través de los métodos anteriores: cursos, talleres, asociaciones de vecinos donde se genere debate y diálogo, propaganda impresa o digital... en definitiva, una red de información alternativa, constructiva y tejida por todos los ciudadanos, de la que puede surgir la conciencia y otra forma de hacer las cosas, que pondrán a cada uno en su sitio.


Mi apoyo a todos los manifestantes pacíficos, vosotros sois una pieza clave para concienciar a todos los ciudadanos sobre su verdadero poder. Muchas gracias por estar ahí y seguid así.

¡Que se oiga la voz de la razón!

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