Desmontando críticas estereotipadas II: El consumismo


En los últimos años, nuestra cultura ha condenado y estigmatizado el consumo, de tal modo, que lo percibimos como algo totalmente negativo. Desde Trainspoting hasta El Club de la Lucha, decenas de productos culturales generan un discurso que ataca salvajemente la cultura del consumo y la presenta como el paradigma de lo absurdo, a través de un concepto simple: puedes acabar siendo esclavo de cosas que no necesitas, como tu lavadora o tu desodorante.  Estas críticas hacia la sociedad de consumo tienen parte de razón; pero no dejan de tener un carácter simplificador y superficial, que desvirtúa nuestra percepción de la realidad y puede llevarnos a la confusión.

En primer lugar, estas críticas interpretan el consumismo -entendido como psicopatía- como un fenómeno reciente y aislado en la Historia, que es producto inmediato de la sociedad contemporánea y del discurso publicitario. No obstante, el consumismo -entendido como una sociopatía compleja- no es una causa en si misma, sino  el efecto o más bien el síntoma de una enfermedad mayor que padece nuestra sociedad occidental: el vacío existencial. Ésta enfermedad se originó cuando murió el discurso cristiano, pues sin él, el individuo ya no nace con una función predeterminada en la sociedad ni tiene un destino seguro, sino que tiene total libertad para construirse a si mismo y buscar su lugar en el Mundo, a través de sus decisiones -elegir bachillerato, ser médico, casarse con alguien e incluso comprar tal o cual objeto-. Esta libertad ha sido impuesta de forma subrepticia al individuo, que ahora tiene la inmensa responsabilidad de definirse a si mismo y buscar su posición en la existencia. Tarea que no resulta sencilla, hasta el punto en el que algunos filósofos la han definido como una trágica condena, que puede arrojarnos al vacío o encumbrarnos en la auténtica felicidad.

De este modo, ahora el ser humano camina por la existencia y busca su lugar. En este proceso, algunos tienen éxito, le encuentran un sentido a la vida y, en consecuencia, toman las decisiones adecuadas como método para definirse a si mismos, ser felices y encontrar una posición en el mundo. En cambio, otros no encuentran la orientación adecuada para dotar su vida de sentido, por lo que tienen dificultades para autoconstruirse y su existencia corre el riesgo de acabar en el vacío. Así, ante la falta de sentido vital, el individuo no tienen una guía para encontrar su posición en la existencia y sus decisiones no acaban siendo las adecuadas. En ese estado vital de desorientación, se suelen manifestar las diferentes sociopatías postmodernas: alcoholismo, drogadicción o, entre otras, el consumismo; métodos  incorrectos de definición personal, que sólo consiguen estímulos vacíos de sentido y efímeros, que conducen al individuo hacia un vacío personal -nihilismo-. Es decir, estas enfermedades son el síntoma de una grave enfermedad social: el vacío existencial, la falta de sentido y la incapacidad para elegir, como proceso para definirse a uno mismo.


Así y profundizando en la Etiología del problema, podemos concluir que el consumismo no es un problema per se y que, ni la publicidad ni el discurso comercial -frecuentemente señaladas como responsables totales- son la causa directa del mismo -aunque lo exacerben-. Es decir, el consumismo no es una causa, sino el efecto de un problema muy grave, que afecta a Occidente desde hace mucho tiempo: el vacío existencial. Por ello, en este sentido, criticar a la publicidad sería tan inútil como tratar la sintomatología de una enfermedad sin atender a la causa subyacente; pues, una vez aliviados esos síntomas, la enfermedad atacará de otra forma aún más grave. Es decir, si dejamos de vender aspiradoras, lavadoras y Xbox, todos los individuos que compran por comprar encontrarán otra forma autodestructiva para llenar su vacío, porque su problema aún seguirá ahí.

En conclusión, esta visión alternativa y más profunda de la realidad quizá no nos haga parecer tan guays o no nos de esa apariencia de superioridad moral, pero nos permitiría luchar contra nuestros problemas de una forma más precisa y realista, pues nos permite contemplar alternativas constructivas que pueden acabar con el vacío existencial y sus efectos, sin tener que frenar el desarrollo social. Por ejemplo -como ya he mencionado en otras ocasiones- la Logoterapia, una psicoterapia que guía al individuo con el Método Socrático a través de su existencia, para que sea capaz de encontrar un sentido vital y definirse a si mismo, sin la necesidad de comprar compulsivamente. Además, existen cientos de alternativas constructivas y pragmáticas para mejorar el sistema y nuestra existencia: la política de la UNESCO, el comercio justo, las RSC, ONGs, campañas sociales e institucionales para la concienciación en diferentes ámbitos sociales -entre ellos el consumo responsable-, emprendimiento, coaching y, en definitiva, diferentes proyectos que brotan de la buena voluntad de las personas y podemos apoyar con facilidad, para crear un mundo más justo y equilibrado.

En definitiva, si potenciamos este tipo de alternativas constructivas, no nos limitaremos sólo a intentar poner un parche en una grieta gigantesca, sino que podremos curar nuestros problemas de raíz y dotar a gran parte de los individuos de un método para buscar su autonomía para definirse a si mismos y ser felices.

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