No obstante, pienso que esto es absurdo, ya que este tipo de visiones desprecian el componente simbólico, cultural y emocional del ser humano. Es innegable que el hombre, una vez que ha saciado sus necesidades biológicas, puede construir una cultura que rompa con sus límites biológicos y le lleve más allá: al amor, al altruismo, a la filantropía...
También es cierto, que el hombre a su vez está condicionado por los instintos y las pulsiones biológicas, pero la virtud de la moderación nos conduce a contemplar al hombre desde una visión multiperspectivista, aquella que mezcla biología y cultura, como dos fuerzas que se complementan y generan sinergia. Sin duda, esta visión global e integradora del hombre sería mucho más productiva a la hora de llevarla a la praxis social, a las escuelas, al trabajo... Por ejemplo, ¿Qué sería la inteligencia convergente -lógica-, sin el pensamiento divergente o la inteligencia emocional? ¿En qué se convertiría un alumno que sólo aprendiese matemáticas? Está claro, en una calculadora. Por el contrario, si a ese alumno se le inculca una metodología creativa y unos buenos procedimientos para relacionarse, éste será un genio feliz.
Por ello, nunca debemos olvidar la dimensión cultural, simbólica y creativa del ser humano y, mucho menos, debemos dejar de apreciarla. No somos ñus en celo o aparatos de medición, somos amantes y creadores.
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